Es una falta absoluta de glamour tener un juego de cubiertos en un cajón de tu escritorio en la oficina. Es triste. Es como resignarse (no sé todavía a qué). Es como no limpiar el táper que llevaste para almorzar, que quedecon migas y restos de tu patética milanesa de soja con zanahoria rallada y llevártelo así a tu casa.
Por eso, aunque es incómodo y se me rompen mientras estoy pinchando o cortando, siempre uso cubiertos de plástico. Es un poco como mantener la ilusión de que yo no soy este ser que come su almuerzo de un táper de plástico en su escritorio, es sólo una circunstancia adversa, un mal día, nada más.
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